HUGO BOULOCQ EDITOR
¿Al ser usted escritor,
le molesta al editar textos, tener que explicarle a un colega que a su juicio,
su obra no es buena? Digamos que, en algunas ocasiones, tuvo que desempeñar el
rol de mecenas y en otras el de verdugo. ¿ No le da miedo descartar a algún
futuro fenómeno de la literatura, o simplemente lo toma como un trabajo y se abstiene
de opinar?
En realidad hago una sesuda distinción entre el
trabajo editorial y el oficio de escritor. Nunca fui verdugo ni mecenas, sólo
doy mi opinión cuando me la solicitan, pero jamás hice valer ninguna autoridad
intelectual. Desde ya que me enfrenté muchas veces a situaciones delicadas con
autores que se sobrevaluaban; en eso casos –aún hoy- sugiero una edición
tentativa de muy pocos ejemplares, porque es verdad que uno nunca puede saber
cuándo se encuentra frente a un futuro fenómeno de la literatura. Eso sí,
cuando invertí en autores, lo hice con la certeza de su valor literario, como
en el caso de la antología “Años de cenizas y escombros” que publiqué en la década
del 80 y en la que hizo de antólogo Fernando Koffman, y que hoy es un libro de
culto entre los poetas que vivieron los años de la dictadura militar.
¿Cómo evalúa el mercado editorial en Buenos Aires teniendo en cuenta que hay varios sellos independientes que hoy están publicando libros? .
Por lo que sé, el mercado editorial de Buenos Aires maneja los mismos conceptos de las cadenas de comida rápida: poca sustancia alimenticia, mucha grasa y todo a las apuradas. Actores y deportistas devienen en escritores de la noche a la mañana por necesidades editoriales marcadas por el consumo, no por la calidad. Los sellos independientes no tienen ingerencia en el mercado, y los buenos que hubo (como Torres Agüero Editor, que es un caso emblemático) desaparecieron o fueron absorbidos por multinacionales que gozan de balances abultados pero de ningún prestigio.
- ¿Qué
zona del mercado editorial intenta abarcar el sello editorial que conduce?
¿Tiene en cuenta el perfil del lector hacia
el que van dirigidos sus impresos cuando los edita?
Como publico textos literarios, los lectores de los
libros que edito son por lo general escritores. Asiéndome de la utopía de Italo
Svevo, una mitad de los que escriben lee lo que escribió la otra mitad, los que
a su vez leen, a su turno, lo escrito por los primeros. El perfil, si lo hay y
considerando que las tiradas de ejemplares son muy cortas, es el de
lector-escritor.
- ¿Cómo
se lleva a cabo la distribución de libros publicados por su sello?, me refiero
a si llegan a librerías, se manejan por suscripciones o simplemente el escritor
hace su distribución?
Edito textos literarios y en gran medida poesía.
Además y para colmo, de autores desconocidos para el público. No hay
distribuidores que se interesen por estos libros y las librerías los exhiben
con reticencias. Lamentablemente es el autor quien carga con el peso de hacer
conocer su obra.
- ¿Qué características
o tendencias ve en las obras que ha publicado y qué tipo de trabajos son los
que llegan a la editorial con la esperanza de ser pu blicados, son meramente
necesidades personales?
Hay tendencias de vanguardia y también clásicas,
pero un libro siempre responde a una necesidad personal, así sea de fama, de
prestigio, de fortuna (que es absolutamente ilusoria) o simplemente de
trascendencia, que es lo común: dejar algo que nos sobreviva y que resista el
paso del tiempo. La cuestión es que algunos sueñan con trascender de cualquier
forma y otros son más cuidadosos con lo que dejarán. El problema de la calidad
de los libros o de la cantidad de los libros define claramente a unos y a
otros. Pero la trascendencia está siempre presente.
HUGO BOULOCQ ESCRITOR
¿Dónde nació? ¿Cuál es el origen
del apellido Boulocq?
Nací en
Avellaneda, provincia de Buenos Aires, pero mis padres vivían en San Telmo,
cerca del parque Lezama. Como nací un 18 de octubre y en los últimos años del
peronismo, debió ser uno de los pocos lugares abiertos y con guardia para
partos a las 6 de la mañana. El origen de mi apellido es francés, mi abuelo era
de Toulouse, se casó con mi abuela que era belga, y vinieron a vivir a San
Antonio de Areco, donde aún tengo primos.
¿Cómo definiría las palabras muerte y vida?
¿En qué orden las pondría?
Como fui
educado en un catolicismo preconciliar, llevo acendrado el concepto de muerte
como vida después de la muerte, y el de vida como esperanza de otra vida
después de la muerte. Hoy en día, ya muy alejado de aquel catolicismo, creo que
la vida es el único tiempo posible y que su importancia es sólo espiritual y su
valor solamente subjetivo. La muerte, ahora en segundo lugar, es el único error
de estar vivos. Pero mi lucha interna entre ambos conceptos es intensa.
¿Qué
escritor merece toda su admiración y por qué? ¿Qué rasgos reconoce en él?
Alejo
Carpentier. Jamás leí nada igual al “Siglo de las luces”. Su forma de describir
el entorno (y las palabras que emplea que hacerlo) es tan vívida y cargada de
sensaciones que aún después de muchos años, siento todo lo que leí en ese
libro. Para mí es el iniciador del realismo mágico latinoamericano y el maestro
inconfesado de García Márquez, Alfonso Reyes, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Juan
Rulfo, Miguel Angel Asturias, Mario Arguedas y tantos otros que hicieron el
“boom” (estallido) de la literatura latinoamericana.
¿Por qué escribe?, ¿para llevar a cabo un
hecho estético, para transformar la realidad a modo de los escritores
"comprometidos" o porque tiene la necesidad de expresarse a través de
la escritura?
Creo que hay
más opciones, porque yo escribo para transformar mi propia realidad, pero
comprometido sólo con el hecho estético de escribir. Como decía Carlos Urquía:
“El poeta debe estar del lado de los pobres, de los esclavizados, de los
reprimidos, de los traicionados, debe defender heroicamente la fórmula del pan
y la fórmula del amor. Pero pobre de él si espera ser poeta por tales supremas
actitudes”. Desde esta perspectiva y como autor de ficción, entiendo que la
literatura es arte, artificio, y en definitiva todo es ficción porque el
escritor trabaja con imágenes más que con ideas, y las imágenes literarias sólo
se construyen con palabras, que es el mayor artificio del ser humano. Y la otra
posibilidad que también considero válida es que escribo porque me gusta.
Muchísimo.
¿Qué piensa de la fama y del ego de los
escritores? ¿existe?
Sí, existe y
es un flagelo. La fama no es de por sí mala cuando va acompañada de una obra
que la justifique, pero el ego raramente puede ser justificado.
¿Tiene un estilo definido de escritura propio o semejante al de quien?
Si bien soy muy crítico conmigo mismo, no puedo afirmar que tenga un estilo personal inconfundible. Lo estoy buscando, por lo menos sé eso.
¿King, Kundera, Ecco, Cortázar, Borges, Amado, Carpenter, Casares, Capote, Cela, Poe, y otros, todos ellos sumergidos en una amplia melange de maneras y épocas han podido atraerle hasta el punto de incorporar sus modismos y estilos en su escritura?
No, algunos por cuestión de época (escribir hoy con E. A. Poe es prácticamente imposible), otros por cuestión de versatilidad literaria y lingüística (como Ecco), otros por cuestiones de idiosincrasia y cosmovisión literaria (como sería el caso de Camilo Cela y Truman Capote), y que yo sepa nadie incorporó visiblemente a Jorge Amado ni a Bioy Casares ni a S. King; así que descontando mi admiración por Carpentier y mi descuidado respeto por Cortázar, sólo me queda un lugar común: todos tenemos algo de Borges aunque no lo admitamos.
¿En sus cuentos se hace recurrente la
infancia, lugares grises, costumbres obsoletas de la vida cotidiana, están en
ellos reflejados parte de su vida o es simplemente imaginario?
Mis cuentos
son imaginarios y no tengo lugares ni momentos de mi vida a los que recurra
para hacerlos. Nunca soy yo aunque escriba en primera persona, porque la
realidad del cuento es autónoma. Uno puede incorporar obsesiones, las propias
contradicciones y hasta los deseos más inconfesados, pero la autobiografía
altera las reglas de un género tan exigente como el cuento. En general, la
propia biografía es lo primero que debe ir descartándose si uno aspira a ser un
buen cuentista.
¿Tiene influencia en su escritura el modo de vida que le rodea, la sociedad, actual, la familia, sus amigos?
Sólo me
influyen las personas, las que amo, las que no quiero, las que admiro, las que
me quieren o me quisieron, las que conozco y las que quisiera conocer. Pero
siempre y cuando pueda “ficcionalizarlas”.
¿Lleva una vida abuguersada, llena de
complacencias o se rebela ante el medio social que lo rodea?
Ni lo uno ni
lo otro. Reconozco que llevo la vida que puedo como un contemporáneo más en
nuestra sociedad actual, no me creo rebelde ni burgués (quizás nunca lo fui).
¿Es para usted la escritura un ejercicio o un
arte?
En rigor es
el ejercicio de un arte, y por esa razón la considero un oficio. De otro modo
no se cumpliría aquello de que para escribir hay que saber escribir bien, por
lo menos si uno pretende que lo lean.
¿Su vocación como escritor en genética?
No. No llevo
genes de escritor y la vocación fue un descubrimiento propio.
¿Quién influyó en su decisión?
Los libros.
Quienes nacimos con anterioridad al culto de la imagen, pudimos leer más (a lo
mejor para no aburrirnos), y yo lo hacía desmedidamente. De todo y a todos los
que pudiera. Intentar entrar en esos mundos fabulosos que algunos escritores
habían construido con sus libros, fue el primer paso. Los siguientes fueron
hacer mis propios fabulosos mundos. Las exigencias y el rigor llegan con el
tiempo, hasta que se adquiere un poco de oficio y poco a poco, lentamente, se
lo va mejorando.
¿Se aprende
a escribir con un método o solamente con la imaginación?
El método y la imaginación tienen un desarrollo posterior a la práctica del oficio de escritor, y si bien son indispensables ambos, para escribir hay que aprender a corregir y a tomar humilde y concienzudamente la crítica de los demás.
¿El escritor nace o se hace?
Según lo que ya expresé, es
visible que creo que el escritor se hace. Lo único que quizás sea innato es el
talento, pero un mal escritor con talento es un verdadero desperdicio.
Borges
decía que la literatura es una forma de la felicidad, por otra parte, muchos
escritores se quejan del sacrifico que deben hacer. ¿En tu caso sufres o gozas
la escritura?.
Yo la disfruto mucho, en especial porque puedo “mentir” descaradamente e inventar todo lo que mi imaginación me permita. Pero eso no significa que sea complaciente con lo que escribo.
Yo la disfruto mucho, en especial porque puedo “mentir” descaradamente e inventar todo lo que mi imaginación me permita. Pero eso no significa que sea complaciente con lo que escribo.
También afirmaba que la literatura no es más que un
sueño dirigido. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación?
No, y hasta dudo que el mismo
Borges –a la luz de su obra- lo haya creído mucho tiempo. Esa es su enorme
gracia y una demostración de su genio: quebrar los límites entre lo falso y lo
verdadero, en tanto que la literatura no admite esos valores.
Me
llama la atención como la sociedad genera en los individuos la duda de
mostrarse o no como se es. Decidir ser honesto y no mentir ni ocultarse. ¿En la
literatura está reflejado? ¿En dónde?
Creo que la literatura no soporta
juicios sociales ni rigores científicos (aunque se lo intentó de mil maneras).
Nadie podría llamar a un escritor hipócrita, por ejemplo, haciendo referencia a
su obra. La literatura no refleja estas preocupaciones de los individuos porque
le son inocuas.
¿Habla
por usted a través de sus personajes, o habla por ellos?
Escribo cuentos y en ellos
predominan los hechos; quizás un novelista pueda contestar mejor esta pregunta.
Los personajes de mis cuentos son todo lo imaginarios que puedo, y si no puedo
hablo por mí a través de ellos. Pero sé que jamás haría lo que hacen y viven
los personajes de mis cuentos.
¿Puede alguien vivir de la literatura sin
necesidad de dejar de lado sus emociones personales? ¿Están impresas ellas en
su obra?
Las
emociones son inescindibles de cualquier obra literaria y si bien las
personales pueden ocultarse detrás de las palabras, en un cuento afloran como
efectos posibles y actúan como contrapeso de otras cargas subjetivas de la
historia que se cuenta (como la intelectiva). El misterio más grande es cómo
trasladar esas emociones al lector y hacerlo emocionar; para eso es
imprescindible saber escribir, y hacerlo muy bien. Y el concepto no es mío, es
de Joseph Conrad, quien lo explica muy bien en su prólogo a “El negro del
Narcizo”.
Flaubert
pensó que cada cosa sólo puede ser dicha de un modo y que es obligación del
escritor dar con ese modo. ¿Compartes esa preocupación?
Absolutamente.
Las palabras no son intercambiables y menos aún, un juego de sinónimos que
pueden emplearse arbitrariamente. De todos modos, es curioso que Madame Bovary
no sea una cabal demostración de ello.
Conrad
afirmó: “Escribo, es cierto, pero es como sumar un crimen a otro crimen, cada
línea es tan odiosa como una mala acción. Soy como un hombre que ha perdido a
sus dioses”. ¿Has perdido tus dioses?
Todos. Lo que no sé si es una ventaja o un consuelo a la hora de
escribir. La palabra llega a convertirse en el único dios posible, y en la
construcción de la ficción sí, uno es un homicida en serie. Y todo eso a pesar
de que fui un fanático lector de Gabriel Marcel, de su teatro y su filosofía.
Pero no hubo caso, ni siquiera “El muro” pudo convencerme de que la literatura
tuviera un sentido fuera de sí misma.
Muchas
veces se condena la crítica literaria en
Argentina, según sostienen, ésta “murió hace tiempo”, ahora la crítica es sólo
comercial y acomodada según las presiones de las editoriales. ¿Está de acuerdo?
Creo que siempre fue así, salvo que estemos hablando de Paul Groussac. Hoy ya nadie se asusta de eso. Es un lugar común que forma parte de la corruptela del mercado editorial. Me gustan más los críticos analistas al estilo de Graciela Maturo, tan preparados y tan profundos como es posible suponer.
Creo que siempre fue así, salvo que estemos hablando de Paul Groussac. Hoy ya nadie se asusta de eso. Es un lugar común que forma parte de la corruptela del mercado editorial. Me gustan más los críticos analistas al estilo de Graciela Maturo, tan preparados y tan profundos como es posible suponer.
Sartre
comparó a la crítica con una apuesta. Cuando un libro aparece los críticos
apuestan a que es bueno o a que es malo o a que es regular. ¿Cuál es su
opinión?
Esto tiene
un poco que ver con la respuesta anterior. Pero el caso de Sastre es singular:
siempre los críticos lo maltrataron, y cuando no acepto el Premio Nobel, se
convirtió en una especie de tiro al blanco. “La Náusea” no sería lo que es de
haber dependido de los críticos literarios franceses. Actualmente, creo que ni
siquiera apuestan, porque ya han perdido esa libertad. Creo que los mejores
críticos de una obra literaria son los mismos escritores, aunque sus opiniones
no cuenten demasiado. Es el caso de “Zama” de Antonio Di Benedetto, tan
maravillosamente acogida por Cortazar, Juan José Saer y Noe Jitrik, entre
otros, ¿pero cuántos pueden jactarse de haber leído esa novela?
Cuando
Vargas Llosa compara el strip-tease con la novela, dice que al contrario de sus
encantos, el novelista lo que exhibe son los demonios que lo atormentan y
obsesionan, la parte más fea de si mismo, sus culpas y rencores. ¿Es ese tu
caso?
Pero Vargas
Llosa no es cuentista, es novelista. Y lo que dice podría ser suscripto por
Sábato, que también fue novelista. En el cuento no hay “strip-tease” posible,
porque el cuento es siempre ficción, y la ficción sólo busca cómplices, no
espectadores. La vulgaridad que se repite de “hacer el cuento” remite a la
esencia de este género: fábula, ficción, fantasía son primas hermanas de la
mentira. La enorme virtud de Borges en la cuentística moderna es haber hecho de
esa “mentira” un juego. Pero un juego hermoso del que nos hacemos cómplices
cada vez que lo leemos.
A
propósito de Vargas Llosa, ¿qué opinión tiene acerca de su Premio Nobel?
Desconozco los mecanismos de la
Academia Sueca y no sé por qué –y por ejemplo- Vargas Llosa es superior a
Carlos Fuentes. Los motivos por los cuales se lo dieron bien pueden ser extra
literarios, o no, no lo sé. De todos modos, es uno de los mejores y más
prolíficos escritores contemporáneos.
¿Cree que tiene algo en particular la
escritura y la edición? o ¿sólo pasa
por el arte de escribir en una caso y el otro por un
acto comercial?
La historia de la
literatura universal está llena de ejemplos de que detrás de un buen escritor
siempre hubo un buen editor. Ecco en “El péndulo de Focault” habla de ello y se
mofa claramente de los pseudo editores. Existe sí el negocio editorial, pero es
tan genuino como el escritor que vive de la literatura. Y el sentido critico de
un buen editor es insoslayable para un escritor que aspire a llegar al gran
público.
¿Qué le decidió a publicar
un diccionario literario?
El gusto personal de
mostrar que en una zona chiquita del Gran Buenos Aires, como es San Fernando,
hubo cientos de escritores que no merecían el olvido, y además cierta necesidad
de ordenar lo que se mantenía desperdigado, disperso y hasta olvidado.
Considero que es bueno dejarle a la posteridad elementos para la investigación
y la recuperación del pasado.
Sé que tiene muchos libros editados y muchos por
editar, esa reticencia a hacerlos públicos esconde una vergüenza a la crítica o
no cree necesario hacerlo?
No tengo mucho de lo
uno ni de lo otro, apenas publiqué tres libros de cuentos y con los nuevos
alguna vez haré otro libro. Y no le tengo vergúenza a la crítica, no soy ni por
asomo tan conocido para que alguien se ocupe de mis libros.
¿Cómo es su proceso de trabajo?
Absolutamente
caótico. Comienzo los primeros párrafos de un cuento sin la menor idea de cómo
sigue. En esos primeros párrafos planteo todo lo que debo resolver para que el
cuento se convierta en un verdadero cuento, y la mayoría de las veces no sé
cómo continuar. Entonces los abandono y los vuelvo a ver dentro de meses, si
persiste la incertidumbre los abandono para siempre; en muy contados casos pude
terminarlos con algún éxito. Y como no me baso en la realidad =porque la invento= me cuesta un esfuerzo
desmedido encontrar el sentido y el gusto de esa realidad. Personalmente no
creo en la inspiración sino en la emoción literaria, que es un fenómeno
inexplicable fuera de lo literario. Si esa emoción es excitante, seguramente
continuaré con el cuento y podré a su vez emocionar a alguien que lo lea, lo
que no me exime de haber escrito piezas mediocres muchas veces.
¿Cuáles son los escritores argentinos que más le
gustan y cuál cree que es el nivel de la literatura argentina?
María
Granata y su libro “Los viernes de la eternidad”, Ernesto Sábato y su “Sobre
héroes y tumbas”, el Julio Cortazar de “Todos los juegos el fuego”, Dalmiro
Saenz, Osvaldo Soriano, el Jorge Asis de “Carne picada”, Juan-Jacobo Bajarlía -de quien fui amigo y le edité un libro-, Abelardo Castillo; y entre los poetas
Jacobo Fijman, Juan L. Ortiz, Alejandra Pizarnik, Francisco Urondo, Alberto
Vanasco -de quien también fui amigo- y Juan Gelman.
El
nivel de la literatura argentina es de los mejores del mundo. Borges, por
ejemplo, es considerado uno de los mejores escritores universales, y las nuevas
generaciones de escritores son muy talentosas, baste mencionar a Eduardo
Sacheri y “La pregunta de sus ojos”, libro que se transformó en película y tuvo
premios muy importantes.
Me acuerdo como remamos cuando empesaste
ResponderEliminarTe extraño